Pensamientos obsesivos.

Freud, fue el primero en descubrir ese momento en que el hombre se descubre como su propio enemigo a causa de una deuda imaginaria que está llamado a pagar con su piel. En su estilo único, cumbre de la honestidad, nos presenta su famoso caso del “Hombre de los ratones”(1); para testimoniar y abrir, al mismo tiempo, el camino a las generaciones futuras que se interesarían por la clínica psicoanalítica. Es un caso, en el que encontramos coordenadas lógicas del funcionamiento de la estructura neurótica en el lado obsesivo; tantos florines tantos pensamientos obsesivos.

¿Qué ha sido de la neurosis obsesiva en la sociedad de la evaporación del padre?
El trabajo con pacientes aquejados de pensamientos obsesivos nos enseña que el núcleo, la sustancia, no ha cambiado, es decir, que se mantiene en sus diversos y diferentes matices. Cuando al Hombre le suceden cosas cuyo origen desconoce, pierde el norte asustándose. Es el miedo, dice Lacan, el que,

“[…] mete cosas raras en la cabeza, pensamientos que no se pueden controlar, fobias en las que las formas y los objetos adquieren significados diferentes y aterradores”(2).

Este hilo conductor se encuentra en las nuevas formas de neurosis obsesiva, conocidas en el lenguaje común como pensamientos obsesivos. Y estamos aquí para ser testigos de ello. Tomo un caso de mi experiencia psicoanalítica.

M, 33 años, un tipo de éxito en el trabajo, de un momento a otro, sin entender por qué, se ve embargado por pensamientos obsesivos que no le dejan en paz. Teme que les ocurra algo a las personas que quiere. Todo, dice: “Por mi culpa”. El miedo a que algo terrible pueda ocurrirle a él o a sus seres queridos le atormenta día y noche. Aplastado por estos pensamientos, ya no puede llevar una vida tranquila. Un día, atenazado por estos miedos constantes, decide que es hora de enfrentarse a su conflicto interior y buscar ayuda. Entonces decide ponerse en contacto conmigo, con la esperanza de que pueda ayudarle a liberarse de este conflicto interior.

¡Ayúdame Freud!

El desencadenante que le impulsó a buscar ayuda fue la noche en que su madre fue trasladada al hospital: se había caído y se había golpeado la cabeza. Aquella noche, M, no podía cerrar los ojos, convencido de que su madre se moría. La angustia y la desesperación le habían consumido por completo, atravesando su alma como una flecha atraviesa el pecho de la Gaviota de Chéjov(3).

Tras nuestras reuniones preliminares, que duraron meses, empezó a ganar confianza y a hablar libremente de sus miedos. Describió sus obsesiones y descubrió que en la raíz de su gran miedo yacían deseos inconscientes reprimidos.

Un recuerdo de infancia.

Volviendo a su infancia, recuerda un episodio que marcó profundamente su vida. Cuando sólo tenía diez años, uno de sus mejores amigos se había caído al suelo durante un partido de fútbol sala, golpeándose violentamente la cabeza y desmayándose. M, quiso correr a ayudar a su amiguito, pero su madre se lo impidió y se lo llevó a rastras, gritándole que volviera a casa porque estaba castigado. En ese momento, un pensamiento cruzó su mente: “Hubiera preferido que fueras tú quien se cayera y se hiciera daño, en lugar de mi amigo”.
Este deseo inconsciente de la muerte de su madre, reprimido durante años, había reaparecido en el momento en que la vio tendida inconsciente en el suelo. Lo que una vez había deseado para ella ahora parecía hacerse realidad. Toda la sombra de la culpa cayó sobre él, como ese pequeño monstruo sobre la mujer dormida del cuadro de Füssli, aplastándolo. ¡Es la pesadilla!

¡Adiós a las obsesiones!
El descubrimiento de este punto crucial representó un punto de inflexión en su trabajo analítico. Por fin, había tocado el tema de que sus miedos y pensamientos obsesivos eran el resultado de un deseo que siempre había intentado negar, porque se avergonzaba de él. Poco a poco, empezó a hacer una serie de descubrimientos inconscientes que le permitieron liberarse de este infierno obsesivo, de estos miedos que desembocaban en el deseo inconsciente de “sacarlos a todos”.

M pudo reconciliarse con este lado oscuro suyo y aceptarlo como parte de sí mismo. Esto le permitió retomar su vida, reconstruir una relación más honesta consigo mismo, con su madre y con sus seres queridos. Todos, antes de su llegada en análisis conmigo, estaban más muertos que vivos en sus obsesiones; obsesiones que enmascaraban un deseo inconsciente, eliminado porque era vergonzoso.

Más allá de la terapia.

Años después de concluir su trabajo analítico conmigo, todavía se pone en contacto conmigo para contarme que está casado y a punto de ser padre. Le pregunto qué pasó con sus máscaras. Me dice que desaparecieron porque ya no las necesitaba; que se había hecho demasiado viejo para esconderse detrás de máscaras. Le pido entonces que me permita contar su historia, y acepta. 

Conclusión.

Para el psicoanálisis, la curación no es el punto fundamental, el eje. Esta condición psicoanalítica que produce gritos como los de Munch en nuestros colegas curanderos no excluye efectos terapéuticos desde la primera sesión. Como el caso de M, hay muchos otros casos que atestiguan la experiencia psicoanalítica como una oportunidad para dar un giro a la propia vida, más allá de la terapia.
 
Dr. Edison Palomino,
especialista en psicoterapia psicoanalítica.
Contacto Whatsapp: +39 3454534832
Correo electrónico: dr.edisonpalomino@gmail.com
 
Bibliografía, 

1. Sigmund Freud, Opere. Vol. 6, Casi clinici e altri scritti (1909-1912).

2. Intervista a Jacques Lacan, rivista Panorama, Roma 1974.

3. Anton Čechov, Teatro, Mondadori Libri S.p.A., Milano 2015, pp. 3-72.

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